Como muchos, cuando leo un periódico o una revista, detecto los erores de ortografía y de gramática. (Lo notaste, ¿no?). No estoy tratando de encontrar errores; ¡me saltan a la vista! Mi reacción habitual es criticar la publicación y a las personas que la producen: «¿Por qué no usan el corrector automático o contratan a alguien que revise el texto?».


Tal vez te suceda lo mismo en tu especialidad. A menudo, parece ser que, cuanto más sabemos de algo, más críticos nos volvemos ante los errores, y esto puede afectar nuestra relación con la gente.


Sin embargo, en Filipenses 1:9, Pablo presenta un enfoque diferente: «Y esto pido en oración, que vuestro amor abunde aun más y más en ciencia y en todo conocimiento». El plan de Dios es que, cuanto más sepamos y entendamos, tanto más amemos. En lugar de desarrollar un espíritu crítico y simular que no notamos algo o que no nos importa, el conocimiento debería fomentar la empatía. La compasión reemplaza a la crítica.


El Señor no nos llama a ser criticones, sino a ser «llenos de frutos de justicia que son por medio de Jesucristo, para gloria y alabanza de Dios» (v. 11).


Cuando el Señor llena nuestro corazón, podemos refrenar las críticas y amar a los demás, ¡sin importar cuánto sepamos de ellos!